La Casa de San Telmo en la historia de Frómista - Cofradía San Telmo Frómista

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LA CASA DE SAN TELMO EN LA HISTORIA DE FRÓMISTA
Artículo del historiador local Santiago Peral Villafruela.
Febrero 2023


 

El barrio de Grajal: fortaleza y puerta
 
El solar que hasta recientemente ocupaba la llamada Casa del Santo se encuentra en el ámbito que daba inicio al barrio del Grajal. Era este un distrito que durante gran parte de la Edad media y de los tiempos modernos fue demarcación electoral, fiscal y de referencia para la extracción de cuadrilleros o trabajadores de la cuadrilla que eran ocupados en las huebras o facenderas concejiles. Su contorno debió estar bien definido, tratándose del núcleo de repoblación más primigenio de Frómista, donde los primeros repobladores se concentraron cerca de una fortaleza o torre fuerte, que les defendió de mediados del s. IX al s. X., y de la que tomó su nombre. El Grajal era primeramente el castillo donde se tocaba la graulia para concitar a los habitantes a que acudiesen tras sus muros, a fin de defenderlos de los ataques muslims que periódicamente asolaban la Tierra de Campos. En un momento posterior, el asentamiento más cercano adquirió el mismo nombre de ese elemento defensivo, el Grajal. Otros barrios posteriores, más alejados, concentrados en torno a pequeñas iglesias, orientaron sus calles, y quizás ya algunas galerías subterráneas, hacia aquella primitiva fortificación, de manera que la urbanización de Frómista se fue conformando por el crecimiento de nuevos pobladores y por la articulación radial del espacio, confluyendo las calles hacia el mencionado baluarte, y estableciéndose los nuevos espacios habitados como prolongación de las casas y vías ya existentes, incluso más allá del arroyo de Cedrón, tomando por único foco de referencia el castillo o Grajal.

 
Correspondió a un periodo posterior, quizás al del conde Sancho García en la primera mitad del s. XI, el cercado de algunos barrios, no todos, y la política de concentración poblacional intramuros. Se volvió a impulsar la repoblación, en torno fundamentalmente a dos entidades nuevas, el monasterio de Santa Cruz, y un nuevo castillo con su iglesia de Santa María, erigidos sobre una mota artificial al Este del arroyo de Cedrón, donde se ubicaron nuevas pueblas. La muralla era de grueso tapial, material que confería una fisonomía tan característica que le sirvió en el s. XV a Arnold von Harff para describir, en base a Frómista, todos núcleos urbanos de España. Los lienzos de la cerca eran periódicamente reparados o sobreelevados, y se abrían al exterior por puertas y portillos. La zona que nos ocupa, desde que hubo amurallamiento, quedó unida a la puerta de Grajal, la cual tomaba de nuevo el nombre de aquella primitiva fortaleza que paulatinamente dejaba de ser útil, siendo sustituída por el cercado y por el nuevo castillo. La mencionada puerta era, de la decena de entradas documentadas, la más compleja, puesto que desde aquí se podía acceder a la villa por dos aperturas situadas a dos niveles: una superior que daba a la calle Francesa (llamada así por ser la vía que tomaban los peregrinos cuando salían de Frómista); otra inferior y lateral que comunicaba con una galería subterránea que, por debajo de la superficie, permitía acceder a viviendas y espacios públicos. Esta disposición obligaba a conformar un plano inclinado que permitía alcanzar la elevada puerta superficial y que, a la vez, parapetaba el acceso a la bóveda del subsuelo. Así estuvo hasta 1599, cuando la epidemia que asolaba la región obligó a tomar medidas que erradicasen su propagación, entre las que se contaron la vigilancia de las puertas y el tapiado de la entrada del subterráneo de la puerta de Grajal, en evitación del acceso de contagiados.

 
Adopción del culto a San Telmo y sublimación de la Casa del Santo
 
Esta puerta y su vivienda anexa siguieron siendo testigos del tránsito de peregrinos y de gentes del lugar, y en 1742 cobraron protagonismo por constituirse en el ámbito de recepción de la reliquia de San Telmo. En 10 de enero de este año Benedicto XIV había decretado la canonización y aprobación del culto a San Pedro González Telmo, natural de Frómista. La noticia fue rápidamente comunicada al cabildo de Palencia, de seguido a los dominicos de San Pablo y por ellos, a mediados de febrero, al cabildo y villa de Frómista. De inmediato, se dieron manifestaciones de júbilo, encendiéndose hogueras, volteando campanas y disponiendo un altar dedicado al santo en la iglesia de San Pedro; se adquirió una escultura de San Telmo en el taller de Francisco Sánchez, en Palencia, y del 19 al 21 de ese mes se festejó la canonización con misa, procesión, danzas, baile y hogueras que iluminaron por la noche las calles. Otras celebraciones tuvieron lugar el 9 y el 10 de septiembre, cuando se programaron misas solemnes, procesión con la talla del santo, comedias, danzas, mojigangas, y dos novilladas con seis novillos y dos toros, uno de los cuales rompió la barrera y se escapó, tal como relataba el beneficiado de preste de San Pedro, Francisco de Saldaña.



 
Finalmente, el martes por la noche del 19 de octubre llegaron los porteadores de la reliquia del santo destinada a Frómista. Habían sido reservados por el obispo de Tuy dos fragmentos del radio del santo al lugar de su nacimiento pero, tras ser expuestas todas las reliquias en tres centros religiosos de Palencia, surgieron discusiones sobre la cantidad de restos previstos para los fromisteños, fruto de las cuales les fue a éstos escamoteado uno de los fragmentos, que el prelado palentino adjudicó al convento de San Pablo. En cualquier caso, la comitiva local integrada por cuatro miembros del cabildo y del ayuntamiento, ayudada por el deán de la catedral y por el conde de Villasirga, quienes proporcionaron mulas y un coche, porteó la reliquia hasta su destino. Cuatro caballeros, dos clérigos y dos seglares desde cerca de Piña, y una ingente multitud portando velas, desde el río Ucieza, se unieron a la legación que, ya denoche, entró por la puerta de Grajal. El coche apenas pudo pasar el umbral de las puertas, dada la multitud de gentes que se agolpaban, en espera de la comitiva, junto a un altar que, en ese lugar que luego se conocería como Casa del Santo, se había dispuesto para depositar la reliquia. Sólo cuando José Carabaza, cura de Santa María, salió del coche con ella y la entregó a los clérigos que les esperaban adornados con la capa pluvial, pudo momentáneamente depositarse la lipsanoteca en el altar. Leídos los documentos del obispo palentino que acreditaban la autenticidad del envío destinado a Frómista, se inició una procesión desde allí hasta la Plaza, recorriendo calles iluminadas por hogueras y por las velas de los asistentes, que luego se desplazaron a la zona del Castillo, y descendiendo por la actual calle Martín Veña entraron a la iglesia de San Pedro, donde se situó la sagrada caja en su altar. Al día siguiente hubo actos religiosos, una procesión y se dió a adorar la reliquia.

 
Todos estos acontecimientos de recepción, deposición de la reliquia, procesión nocturna, y los anteriores de febrero y septiembre, son el origen de una religiosidad popular y de unas celebraciones que han perdurado hasta hoy. En cierto modo, el espacio donde entró en Frómista la reliquia, donde fue situada en el altar provisional y se inició la procesión nocturna, quedó sacralizado, o como tal fue entendido por los vecinos de la localidad, que bien espontáneamente, bien alentados por el cabildo, iban a reiterar periódicamente los actos vividos en octubre de 1742, acudiendo a la puerta de Grajal y procesionando con varas alzadas (de forma parecida a lo que era acostumbrado en otras procesiones y romerías como la de Santa Marina), como muestra de un recordado júbilo por la venida de la reliquia. En la renovación de este recorrido hacia la puerta de Grajal, a donde estuvo el altar portátil (Casa del Santo), y de su vuelta a la iglesia de San Pedro, está el origen del Ole, y en aquellos actos vividos en febrero, septiembre y octubre de 1742 reconocemos algunos precedentes de las celebraciones actuales por el patrono de la localidad, como, además del Ole, la realización de una novena por el santo, la hoguera de la plaza, la participación de danzantes, las procesiones, y misas solemnes, una de ellas con predicador externo.

 
Consolidación del nuevo culto con su espacio identificador  
 
Los mismos acontecimientos de aquellos tiempos que tuvieron inicio en la puerta de Grajal y su entorno iban a producir asimismo durante todo el s. XVIII cambios en las mentalidades y en la religiosidad popular, orientándose la devoción hacia el culto a San Telmo, relegándose otros cultos o abandonando otras devociones. De la misma manera que, con el Milagro eucarístico de Frómista del s. XV, el culto de la sagrada forma dejó en un segundo plano al que se tenía de San Martín y San Benito, la venida de la reliquia de San Telmo produjo un cambio significativo en la religiosidad popular y en la oficial de Frómista. Desde entonces el santo dominico iba a ocupar la primera posición en las devociones locales. Algunas de éstas compartieron temporalmente el mismo nivel de atención, como la del Milagro que contaba con una numerosa cofradía, y con la transmisión oral y por estampas impresas de los prodigios atribuidos a su encomendación; pero la mentalidad ilustrada, la desaparición material de la sagrada forma, y la irrupción de una religiosidad entorno a San Telmo fueron dejando poco a poco a aquella devoción en un puesto secundario. Otros cultos y celebraciones perdieron popularidad o acabaron por desaparecer, como los de San Quirce, Santa Potenciana, Santa Marina, Santa Eutropia y Santa Antonia, San Marcos, la Cruz de Mayo, o como la festividad de las Cincuesmas que, celebrada con danzas, teatro, dulces propios para la ocasión y la erección de la Casa de la Madre de Dios, era quizás la principal de las fiestas religiosas hasta el siglo XVII. Santa Águeda como voto de villa se mantuvo, y el culto a la Virgen del Otero, patrona de la localidad, ha permanecido. Pero, sin lugar a dudas, en los fromisteños ha prevalecido, desde 1742 hasta hoy, la encomendación y culto a San Telmo.
 
El espacio de la Casa del Santo ha sufrido las transformaciones propias que la incuria de los tiempos ocasiona. Ya no hay cerca, ni puerta, ni casa, pero se mantiene el deseo de llegar, consciente o inconscientemente, hasta ese ámbito formativo de Frómista, hasta donde tuvo inicio el trazado urbano local, y hasta donde la religiosidad popular de los habitantes del lugar recuerda la sacralidad de este espacio cada vez que lo visitan anualmente en las celebraciones de San Telmo.

 
Santiago Peral Villafruela


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