Recuperado el Pregón Literario de las Fiestas de San Telmo de 1991
Su título: "Cuatro palabras sobre Frómista". El pregonero: Manuel Revuelta González.
Se encuentra integrado en el libro "Historia y espíritu en tierras palentinas: Camino de Santiago y otros afanes", del mismo autor.
En Octubre de 2013 publicamos, en esta misma Sección, un artículo titulado "Origen del Pregón Literario de las Fiestas de San Telmo". Está disponible y puede leerse en su integridad en el apartado "Documentación" de esta Página Web; por ello vamos apenas a reproducir unas cuantas citas, para poder valorar mejor este hallazgo.
"No ha sido fácil obtener datos sobre el origen del Pregón: cuándo surge la iniciativa, quién fue su mentor, primeros pregoneros, contenido de sus disertaciones.
Numerosas han sido las personas consultadas y varias las fuentes documentales. Pese a ello, el logro inicial ha sido escaso: disponemos tan solo de los pregones desde el año 2000.
Hay certeza de que no existía nada similar a lo que hoy llamamos "pregón de fiestas" antes de 1985. Incluso hay alguien que ha precisado que se pone en marcha en la primera etapa de Carmen Montes (q.e.p.d.), que es elegida Alcaldesa en 1987. Con independencia de lo anterior seguimos tratando de recuperar la información de estos de 10 años o más, con el objetivo de dar a conocer –sobre todo a los jóvenes- más cuestiones en torno a las Fiestas y sus distintos actos, para que no se olviden sus orígenes y para que sirvan de acicate para las siguientes generaciones".
En este afán de búsqueda, unido a otra iniciativa con parecido fin, - preparar para su emisión en ONDAJUDIA unos guiones titulados "Frómista en los libros"- , ha llegado a mis manos este, editado en 2010 por la Institución Tello Téllez de Meneses y por la Diputación.
Su autor, como ya queda dicho, es Manuel Revuelta González, sacerdote jesuita nacido en Población de Campos en 1936 y Licenciado en Filosofía y Teología además de doctor en Historia Contemporánea de España. Es miembro de la Institución Tello Téllez de Meneses desde 1992 y ha escrito distintos artículos sobre nuestro pueblo y de otros temas palentinos.
Dedica con título "Frómista la Milagrosa" dos capítulos del libro a nuestro pueblo. Mi sorpresa fue que el capítulo 2, titulado "Ráfaga de historia y cuatro palabras" contiene precisamente el "pregón literario" que, a petición de la entonces alcaldesa Carmen Montes, aceptó pronunciar el día 5 de abril de 1991.
Creo que merece la pena transcribir los prolegómenos, así como el pregón en su integridad, tal como el autor los narra en su libro. Seguro que un "pregón literario" dedicado y pronunciado en nuestra Villa ya nos pertenece de alguna manera, y por ello su inclusión en esta Página Web no debe suponer el quebranto de norma o precepto alguno.
Vamos con el "pregón literario" pronunciado, como ya queda dicho, por D. Manuel Revuelta González en el inicio de las Fiestas Patronales de San Telmo de 1991. Es otra muestra más de la erudición de su autor y de la estima y consideración que sin duda profesa a nuestra Villa, su cultura y tradiciones.
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Cuatro palabras sobre Frómista
Cuando Carmen Montes, la alcaldesa de Frómista, me pidió que tuviera el pregón de las fiestas de San Telmo, acepté pronunciar cuatro palabras breves y sencillas. A Carmen le pareció poco. Y no le faltaba razón. ¿Qué puede decirse de un pueblo tan importante con tan pocas palabras? Pero yo recordé que lo poco agrada y lo mucho enfada. Así que me decidí a decir cuatro palabras sobre Frómista.
La dificultad estaba en elegir esas cuatro palabras. ¿Qué cuatro palabras se podrían escoger para definir lo que Frómista ha sido y lo que queremos que sea? Entonces me acordé de aquellos antiguos filósofos griegos que explicaban la composición del Universo por los cuatro elementos: la tierra, el agua, el aire y el fuego. Pensaban aquellos filósofos que todas las cosas del mundo eran una mezcla de esos cuatro elementos en distintas proporciones. Era una opinión totalmente falsa bajo el punto de vista científico, pero al menos era una bella intuición poética. Tan poética que el gran Calderón de la Barca utilizó los cuatro elementos – tierra, agua, aire y fuego- para describir el mundo:
"Hermosa compostura / de esta varía inferior arquitectura…/ Campaña de elementos / con montes, rayos, piélagos y vientos…/ siendo, en continua guerra, / monstruo de fuego y aire, de agua y tierra".
Ya tenemos las cuatro palabras. Cuatro elementos que, de una manera simbólica y poética, nos pueden servir para explicarnos el universo de Frómista. ¿Será posible? Vamos a intentarlo.
I. FROMISTA ES TIERRA
Es lo más sencillo y lo más evidente. Porque decir tierra es decir naturaleza, y la naturaleza es lo que primero nos entra por los sentidos. Frómista es Tierra de Campos: "que llaman Tierra de Campos lo que son campos de tierra", como dijo un poeta. Tierra de llanura infinita y pura, sin montes ni barrancos. Antes de que llegara el canal a estas tierras de Frómista en el catastro de mediados del siglo XVIII indica que, a excepción de los pocos huertos regados con norias que había dentro de la villa, todo el campo era secano, que apenas había árboles, y que, en cambio, abundaban terrenos yermos e improductivos como la nava.
Sin embargo, la llanura tenía también unas cualidades de riqueza y de belleza. En los primeros tiempos de la Reconquista fue foco de atracción para los repobladores del norte que fundaron estos pueblos hace poco más de mil años. En las viejas crónicas de la Reconquista el nombre de Campos que se daba a estas tierras llanas significaba la fertilidad y la riqueza, frente a la esterilidad y pobreza de las Montañas. Decir "Campos" era decir tierras de pan llevar, tierras de vino que alegra el corazón y tierras de ovejas que con sus lanas hicieron de Castilla una potencia económica. Esta tierra austera era, por tanto, una tierra rica. En el documento más antiguo referido a Frómista, que es el testamento de Doña Mayor, la fundadora del Monasterio de San Martín, se habla de viñas, tierras y prados, de ovejas, de vacas y de yeguas. las tierras de la primitiva Frómista medieval eran ricas en frutos y ganados a mediados del siglo XI, cuando se empezó a construir la iglesia de San Martín; ricas tenían que ser en el siglo XV, cuando la villa era capaz de alimentar a 4.000 habitantes. Vino luego la decadencia del siglo XVII, que es la que refleja el catastro antes aludido del siglo siguiente. Pero, desde la construcción del canal, los geógrafos vuelven a ponderar la fertilidad de los campos de Frómista. Miñano, en 1827, nos habla de "terreno feracísimo, pero privado de árboles por la fatal manía que contra ellos tienen sus habitantes, como la mayor parte de los castellanos. Produce mucho y buen trigo y cebada, mal vino, excelentes pastos".
La tierra es algo más que la gleba o el adobe. La tierra es el paisaje, la serena belleza de estos campos de verde y oro, tachonados de un arcoiris de flores silvestres, desde las rojas amapolas hasta las génivas amarillas. Paisaje y algo más. La tierra es hermana y madre, como dice San Francisco en su canto al sol. Cuando hablamos de la tierra pensamos en el lugar en que hemos nacido, en el hogar de nuestros padres donde sentimos el primer cariño, en las calles y plazas donde jugamos con los primeros amigos, en la escuela donde nos enseñaron los números y las letras, en la iglesia donde balbuceamos nuestras primeras oraciones. Para todos vosotros Frómista es la tierra, es la familia, es aquel retazo de la naturaleza en el que la Providencia nos dio la vida y el amor.
II. FROMISTA ES AGUA
Que haya agua en un puerto de mar o junto a un río caudaloso es cosa natural. No tiene mérito. En cambio, en tierra de secano el agua es señal de ingenio, porque es el fruto de un trabajo humano que ha logrado superar las deficiencias de la naturaleza. Hasta finales del siglo XVIII las tierras de Frómista sólo se humedecían con el humilde Ucieza, que se secaba en verano, y unos arroyos exhaustos, como el famoso Cedrón, que dividía la villa en dos mitades.
El canal de Castilla trazó en las tierras resecas de Frómista un surco de fertilidad y de progreso. Era una obra humana que corregía la Naturaleza en beneficio de la industria harinera, del regadío y del comercio. El agua del canal parece encontrar en Frómista un lugar de exhibición. En las esclusas de Frómista el agua pierde su horizontalidad, su mansedumbre y su mudez. Se despeña en cascada bravía, y ruge con un alarido monstruoso y continuo al estallar en un polvo de espuma. Los ilustrados del siglo XVIII contemplaban el agua de Frómista como una conquista del ingenio humano. Cuando Jovellanos pasó por estas tierras en 1791, hace justamente 200 años, visitó con enorme interés las esclusas de Frómista. "Esta parte de canal - decía lleno de admiración - está hecha sobre un terreno levantado del plano natural del suelo, todo de greda, con veinte pies de altura media. En este tramo, así como en los demás, vimos hasta tres arcas o casetas de riego a una y otra parte, con proporción de comunicarle a grande extensión de tierras. Las esclusas son cuatro, colocadas una sobre otra y formadas como en cascada, que hacen una vista muy agradable; sus muros laterales forman una curva. Al lado de estas esclusas hay dos molinos harineros y dos batanes que surten por la derecha de la parte más alta de la más alta esclusa, y vuelven las aguas al canal por bajo de la más inferior". Desde hace dos siglos el agua del canal es el agua más preciosa de Frómista. Entonces servía de transporte, y molía los granos; luego se hizo luz eléctrica. Hoy es el agua que bebemos y el agua de las acequias que riegan los campos.
Frómista es agua. ¿No será por eso que el hijo más ilustre de Frómista, San Telmo, es hombre de mar? Antiguamente, para designar los empleos de la gente emprendedora, se decía: "o Iglesia, o mar, o casa real". Servir a la Iglesia era enrolarse en el estado eclesiástico. Seguir a la casa real significaba hacerse cortesano o burócrata de cualquier palacio o casa señorial. Bajo el nombre del mar se señalaba la audacia y la aventura, la búsqueda de acción lejos de la tierra natal, en los ejércitos de Flandes o en las escuadras de las Indias. Hombres de mar eran los descubridores, conquistadores y misioneros, los hombres de iniciativa, los más emprendedores y audaces. Muchos hombres de tierra adentro fueron hombres de mar, y por eso Castilla, cuando fue grande, no vivió cerrada en su meseta, sino volcada al mar. El mar es un símbolo del espíritu universal y emprendedor.
San Telmo es, desde luego, un santo. Pero además presenta el espíritu emprendedor propio del hombre del mar. Don Pedro Fernández de Pulgar, en su famosa "Historia Secular y Eclesiástica de Palencia, escrita en el siglo XVII, nos cuenta algunos rasgos de la vida de San Telmo propios de un hombre de empresa, que dirige la construcción de obras fluviales y marítimas como si fuera un ingeniero. San Telmo fue el promotor del gran Puente sobre el río Miño, cerca de Rivadavia: "Emprendió con grande ánimo la obra, la continuó con solicitud, y su autoridad conmovió gran número de trabajadores, que venían a la fama de sus virtudes. Buscó en diversos lugares la piedra y materiales necesarios, y apresuraba la fábrica, poniendo especial diligencia en que a los fabricantes no les faltase la comida necesaria… El Beato Pedro, como si fuera uno de los obreros conducticios, asistía al trabajo, llevando piedras, mezclando la cal y arena, y con todo eso no faltaba cada día a predicar la palabra de Dios". San Telmo intervino también en la construcción del puerto de Bayona: "Estando en Bayona reparó muchas veces que la barra o puerta del mar, que está cerca de un barrio que llaman Ramalosa, no lejos de Bayona, era peligroso a los que pasaban en esquifes o barcas, y para ocurrir a evitar estos peligros, determinó edificar otro puente, como el que había hecho en el Miño. Para la brevedad fue de pueblo en pueblo a pedir limosna y la recogió en tanta abundancia que perfeccionó la obra en tan breve tiempo que nadie pudo imaginarlo".
Este San Telmo, constructor de puentes y de puertos, amigo de obreros y marineros, ingenioso y emprendedor, tenía que suscitar necesariamente la admiración de las gentes del mar. Por eso nos dice el autor antes citado: "se introdujo la devoción en los marineros para invocar a San Telmo en los mayores peligros. Testifícanlo las frecuentes cofradías, aras, templos, e imágenes de este santo, que en todas partes tienen". "Celebrose su oficio en la iglesia de Tuy, y tiene día festivo solemnemente solo para esto dedicado; y en otras ciudades marítimas, que le sacan en procesión con grande pompa, especialmente en Lisboa, en la Cantabria y en Guipúzcoa y en Campos en el lugar donde nación, que es la Villa de Frómista". Así que tenemos un Santo de secano patrón de los marineros. Que por eso tiene San Telmo nombre doble. Su nombre de pila es Pedro González, a secas; su nombre añadido es Telmo o Erasmo, nombre de mar, familiar a los marineros. Aquí, en Tierra de campos, en la plaza de Frómista, está la estatua de San Telmo, con su barco, sobre un estanque de agua. Un hombre de la tierra que busca el mar. Es la estampa del hombre emprendedor, que domina la naturaleza con su ingenio y su trabajo.
III. FROMISTA ES AIRE
¿Y qué es el aire? En un sentido simbólico aire es lo mismo que alma o espíritu. El aire es para los hombres antiguos algo misterioso, era la brisa suave o el huracán violento, era la fuerza invisible que daba a las cosas movimiento y vida. Para designar lo que no era pura materia, para nombrar aquella realidad invisible de la que brotaba la inteligencia y el sentimiento, empleaban la misma palabra que usaban para designar el aire. Los hebreos llamaban a esta realidad inmaterial e invisible "ruah", que significaba el soplo del aire, o el viento. Y lo mismo los latinos. Para designar al alma usaban la palabra "spiritus", que significa aire. En este sentido, decir que Frómista tiene aire es decir que tiene alma, espíritu y cultura. Es una manera de expresar todas aquellas creaciones humanas que no pueden evaluarse con pesos ni medidas, porque son frutos del espíritu, y, al igual que el aire, se elevan sobre la pura materia.
Frómista posee muchos de estos valores de orden espiritual y cultural. Son una herencia preciosa de las generaciones pasadas. Un verdadero tesoro de arte, de cultura, de tradiciones populares. Todos ellos crean una atmósfera espiritual más limpia que el cielo de Castilla. Esos valores del espíritu son aquí abundantes y variados.
Entre tantos valores espirituales y culturales hay que recordar el camino de Santiago. Es la ruta de peregrinos, mensajeros de paz y heraldos de esperanza. Es la senda centenaria que nos une a la Europa cristiana. Frómista ha sido, y debe seguir siendo, un descanso para los caminantes, y una oferta entrañable de amistad.
Las obras de arte de este pueblo son de gran calidad. Se ha dicho que Palencia la triguera construye sus palacios con adobes y sus iglesias con sillares. Nobles sillares forman la arquitectura de los cuatro edificios religiosos de Frómista. Aquí las piedras se conviertes en filigranas aéreas en las bóvedas góticas de las iglesias de San Pedro, del Castillo y del Otero. Pero es en San Martín donde esa piedra se hace espíritu, en la armonía de las proporciones, la serenidad de la arquitectura y la gracia de las esculturas románicas. Junto a la armonía de los sillares existe en Frómista el colorido del pincel. Me refiero al maravilloso retablo flamenco de la iglesia del Castillo. Su autor anónimo recibe el nombre de Maestro de Frómista. Cuatro de estas tablas se exhibieron en la exposición de "Las Edades del Hombre" de Valladolid. Son cuadros pintados con devota ingenuidad y gran perfección técnica. Por detrás de los personajes bíblicos se reserva un rincón para el paisaje. En el cuadro de la huida a Egipto hay un segador con una hoz en un campo de trigo. Y en el cuadro de Jesús entre los doctores hay uno de nariz aguileña que es el vivo retrato de un judío. Sin duda el artista pintó en esos cuadros un paisaje y una figura que resultaban muy familiares en la Frómista del siglo XV: el trigal y el judío. Ojalá se puedan contemplar pronto estas maravillas en el Museo que se está preparando.
Pero el aire cultural no lo dan solo las obras clásicas de arte. Hoy se valoran mucho todas aquellas manifestaciones populares en las que el pueblo ha expresado su identidad a lo largo de generaciones. Frómista posee también estas tradiciones populares, y las expresa sobre todo en las fiestas de San Telmo. Son los danzantes con sus trajes de encaje, que bailan al son de la vieja tonadilla mientras golpean los palos y trenzan las cintas. Son los chiborras que entretienen a la gente con sus gestos desmesurados. Es la procesión cívica del "ole", mientras la enseña del "vito" o "victor" avanza lentamente, en medio de la noche, hasta la casa de San Telmo, donde se pronuncia el famoso sermón burlesco. Todo eso son huellas del espíritu. Todo crea un ambiente de cultura, de arte y tradiciones populares. Es el alma del pueblo, el espíritu de esta gente, el aire de Frómista.
IV. FROMISTA ES FUEGO
¿Qué fuego? Lo primero que me viene a la memoria son los fuegos artificiales que se quemaban en aquella plaza antigua, que tenía una fuente con caños por delante y un pilón para las mulas por detrás y una pilastra altísima rematada con una estatua blanca de San Telmo. Recuerdo el gran miedo que me daban de niño aquellos fuegos artificiales por los grandes estampidos que los acompañaban.
Pero más que los fuegos artificiales, se acomodan a Frómista los llamados fuegos o luces de San Telmo, que no eran otra cosa que los fuegos fatuos que se veían en las puntas de los mástiles de los navíos. El autor antes citado, Don Pedro Fernández del Pulgar, explica el fenómeno natural de los fuegos de San Telmo con estas palabras: "Común refugio es de los navegantes en sus naufragios, y ven, cuando le invocan afligidos y devotos, unas luces en sus navíos. Llámanlas San Telmo los españoles, porque las tienen por indicio de su patrocinio. Y si en tiempos antiguos se vieron, o por natural causa o por superstición fabulosa, ya las tiene purificadas la religión cristiana, a honor de nuestro Santo, y las llaman, como dije, San Telmo. Alúmbrenos este Santo con sus luces, y ayúdenos con sus intercesiones, favorézcanos con sus milagros, pues nos honró con su hermandad y preferencia y nos enseñó con su ejemplo, y crezca cada día en nosotros su devoción y culto, para que gocemos con él del Reino eterno". El autor, como se ve, nos viene a decir que los llamados fuegos de San Telmo son un fenómeno natural o atmosférico, al que los marineros dan una interpretación religiosa. Aquellos fueguecillos revelaban la protección del Santo y encendían una plegaria fervorosa: "alúmbrenos con sus luces". En todo caso, el fuego o luz de San Telmo, reflejaba una actitud de fe.
El fuego y su primer efecto, la luz, han sido siempre utilizados como símbolos de la fe. Jesucristo dijo que había venido a traer fuego a la tierra y exhortó a sus discípulos a ser luz del mundo. Es el fuego de la caridad y la luz de la verdad. Fuego y luz que la Iglesia enciende estos días en el cirio Pascual. Hablar de fuego en Frómista en estas circunstancias es, simplemente, hablar de la fe cristiana de este pueblo. Es una herencia más preciosa todavía que la herencia cultural a la que antes aludíamos. Todos los pueblos cristianos profesan la misma fe en Cristo, Sol de justicia. Pero los creyentes encuentran, además, motivos religiosos locales que se le pegan al corazón y forman parte de sus primeros recuerdos. En cada pueblo existen estas antorchas locales de la fe, que iluminan el alma de los hijos del lugar. Puede ser la devoción a un santo, el recuerdo de una tradición religiosa, o la imagen de la Virgen Patrona. Podríamos decir que en Frómista existen tres de estos fuegos religiosos: San Telmo, el Milagro y la Virgen del Otero. Cada uno de vosotros capta mejor que yo la luz y el calor de estos tres fuegos fromisteños. Donde el sentimiento abunda, las palabras sobran.
Acabo mi pregón deseando a todos unas fiestas de San Telmo alegre y feliz. En las fiestas patronales los pueblos se animan y recobran su identidad. Es un buen momento para divertirse, y también para reflexionar. Yo os dejo como despedida el mensaje sencillo de las cuatro palabras. Frómista es tierra, es agua, es aire y es fuego. Frómista es Naturaleza, Progreso, Cultura y Fe.
Frómista, 5 de abril de 1991.
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Pocas veces "cuatro palabras" han dado tanto de sí, amén de ser muy atinadas y emotivas. Hay que agradecer al autor que de forma tan magistral haya rememorado nuestras tradiciones y los valores de esta Villa cargada de historia que es Frómista, nuestro pueblo.
Nos alegra enormemente haber podido descubrir -después de tanto tiempo - este singular pregón, servido en bandeja en el libro reseñado al inicio.
Proseguimos en la tarea de búsqueda de otros pregones ya olvidados o perdidos.
Siguiendo la pista de los "programas de Fiestas" que algunos cofrades veteranos han puesto a nuestra disposición (muchas gracias a Isaías "Cholo" y a Jacinto "Titi"), hemos podido conocer más referencias. Por ejemplo, en el programa de 1980 –el más antiguo de los que disponemos - consta que el pregón tuvo lugar el 11 de abril, siendo pregonero Pedro López Cancelo.
En 1981 el pregonero fue José Mª Fernández Nieto y tuvo lugar el 24 de abril. No disponemos de los programas de 1982 y 1983.
En el de 1984 se recoge que el pregón tuvo lugar el 28 de abril y como pregonero se indica el "Presidente de la Junta de Castilla y León".
En 1985, año singular por celebrarse el VIII Centenario del Nacimiento de San Telmo, se programó una conferencia-coloquio sobre la "Vida y obra de Julio Senador Gómez" para el 12 de abril. El ponente fue Fermín Solana (Parlamentario). Es todo lo que se recoge en el programa de fiestas de ese año.
Para no hacer más extensa esta breve reseña, citaremos de manera más sucinta el resto de referencias que hemos encontrado en los programas, que van desde 1988 a 1999. Como ya queda dicho, los pregones desde el 2000 hasta la actualidad ya están disponibles en esta Página Web, en una sección específica en "Documentación".
1988 Gonzalo Ortega Aragón *** 1989 Pablo Arribas Briones
1990 Antonio Rubio López *** 1991 Manuel Revuelta González
1992 Maribel Rodicio Martín *** 1993 Enrique Macho
1994 Gonzalo Ortega Aragón *** 1995 Antonio Rubio López
1996 Jesús Herrero Marcos *** 1997 Antonio Rubio López
1998 Gonzalo Alcalde Crespo *** 1999 Juan Pulgar Reguero
Solo nos queda hacer el llamamiento a quien, a partir de estos mínimos datos, pueda ayudarnos en esta tarea de recuperación de los "pregones literarios". Muchas gracias por anticipado.